viernes, 25 de noviembre de 2022

Final alternativo o continuación a EL EXTRAÑO CASO DEL DR JEKYLL Y MR HYDE

Ilustración de Alberto Pez


En lo oscuro de la noche neblinosa, un hombre con una pala había entrado al cementerio. Localizó la tumba que había visto excavarse horas antes. Y empezó a cavar.

Poco después, tuvo un momento de duda: si ese hombre se había equivocado, y lo que le había dicho había sonado lo bastante fantástico para su entendimiento para que lo fuera, estaba a punto de ver algo horrible: nunca había visto un cadáver de varias horas y suponía que debía estar ya horriblemente descompuesto. Pero la posibilidad del dinero prometido fue más fuerte que su aprensión. Cambió a otras herramientas para poder levantar la tapa del ataúd y tras lograrlo se alivió. No había una horrible descomposición. Y luego se estremeció, pues algo en ese hombre siempre lo hacía estremecer, incluso ahora que no estaba consciente.

Sacó de allí el cuerpo rígido de un hombre bajo y volvió a colocar la tapa sin volverla a atornillar. Se puso, con mucho esfuerzo pues él era un hombre escuálido, el cuerpo desenterrado sobre un hombro y salió del cementerio por donde había entrado: no la entrada principal, sino por un costado en donde era menos probable que hubiera transeúntes que pudieran verlo.

No lo llevó a su casa. Había alquilado una habitación en un lugar cercano al cementerio para esa noche. Entró a ese refugio haciendo el menor ruido posible y colocó el cuerpo sobre la cama. Él se sentó en la única silla que había en el pequeño cuarto y esperó…

A las tres y media de la madrugada el hombre, que estaba semidormido por el aburrimiento, se sobresaltó al escuchar un sonido gutural. El sonido provenía del cuerpo, ¡que lo estaba mirando! El desenterrador no había sido engañado.

El cadáver no había sido tal, y ahora el no cadáver hacía grandes esfuerzos por quitarse la rigidez de los músculos, esfuerzos que no le impidieron hacer una sonrisa triunfal. Su engaño había funcionado. Con sus conocimientos químicos se había acercado a la muerte lo suficiente para engañar a la Justicia británica. Ahora, para la Justicia él era hombre muerto y nadie lo seguiría buscando para colgarlo. Pero él, Hyde, estaba más vivo que nunca.