martes, 19 de enero de 2021

ANÁLISIS (1) POE Y LA INTELIGENCIA Y EL ANÁLISIS

POE Y LA INTELIGENCIA Y EL ANÁLISIS



C. Auguste Dupin es el principal protagonista de tres cuentos escritos por Edgar Allan Poe: Los crímenes de la calle Morgue; El misterio de Marie Roget; La carta robada. En estos tres cuentos y en otro llamado El escarabajo de oro, con otro juego de protagonistas, de los cuales el principal es William Legrand, Poe ha escrito sobre la inteligencia y el análisis, y sobre las probabilidades y el azar, con un enfoque muy interesante porque el detective más famoso, Sherlock Holmes, le dedica a esos temas un enfoque de, más bien, ciencia aplicada y, de hecho, Sherlock combina la teoría con la práctica más que lo que Dupin lo hace en sus tres cuentos porque el primero hace mucha más investigación de campo, además de que aunque es dicho que Holmes resuelve casos sin salir de su casa, en la mayoría de los que cuenta Watson su investigación de campo, muy superior por lo regular a la de la policía, es fundamental para obtener los datos necesarios para descubrir o demostrar. Dupin, por su parte, explica sus razonamientos desde un ángulo que no sé si llega a calificar de epistemológico, pero al menos creo que esta palabra da la idea general.

Así, en los primeros párrafos de Los crímenes… comienzan directamente hablando de la inteligencia, y ya desde su epígrafe:

"Qué canción cantaban las sirenas o qué nombre adoptó Aquiles cuando se ocultó entre las mujeres, aunque cuestiones intrincadas, no están más allá de toda conjetura (Sir Thomas Browne, Urn-Burial)"

Tras esto, habla el narrador anónimo sobre cómo Las características de la inteligencia calificadas de analíticas constituyen, al utilizarlas quien las posea en alto grado, una fuente de gran placer para este, incluso en las cuestiones más triviales, y que probablemente estas facultades se vigoricen con el estudio de las matemáticas, y en especial del análisis matemático (calculus, aunque Dupin en La carta robada negará la validez universal de la razón matemática). Pero aquí hace una distinción importante: calcular no significa por sí mismo analizar, y señala cómo en el juego de las damas un jugador ejercita más el análisis (no en el sentido matemático) que el mero cálculo en comparación con un jugador de ajedrez, dado que en este último juego se toma por profundo (un error bastante común) lo que es complejo; esto debido a las muy diversas posibilidades de movimientos de las piezas, que requieren de una gran concentración para no cometer un desliz, y es la capacidad de concentración alta e ininterrumpida, entonces, lo fundamental; mientras que en las damas, al ser un juego mucho más simple, requiere de una mayor agudeza y un jugador se ve obligado a penetrar en el espíritu de su oponente para descubrir cómo forzarle a cometer un error. En el mismo sentido habla luego del whist (un juego de cartas): la destreza en el whist implica la capacidad de triunfar en todas las empresas más destacadas en que una inteligencia luche por otra.

Luego (todo esto antes de siquiera mencionar a Dupin) hace el narrador otra importante distinción:

“No debe confundirse el poder de análisis con el simple ingenio, pues mientras el analista es necesariamente ingenioso [, el ingenioso] es a menudo notablemente incapaz de análisis. La capacidad de deducción y de combinación, a través de la cual suele el ingenio manifestarse y a la que los frenólogos (creo que erróneamente) han asignado un órgano separado, suponiéndola una facultad primitiva, se ha observado con tanta frecuencia en sujetos cuyo intelecto bordeaba por otro parte la idiotez, como para atraer la atención general de los tratadistas del carácter. Entre el ingenio y la capacidad analítica existe una diferenciación aún mayor que entre la fantasía y la imaginación, si bien de una naturaleza casi estrictamente análoga. Se descubrirá, de hecho, que el ingenioso es siempre fantasioso, y el verdadero imaginativo es analítico”

Finalmente, sí se presenta a Dupin, y se narra cómo se inmiscuye de golpe en los pensamientos del narrador tras haber caminado unos quince minutos en silencio, algo que Sherlock Holmes, en Estudio en escarlata, califica de muy petulante y superficial, aunque en un cuento posterior él mismo lo hace con Watson para demostrarle que también podía hacerlo (la clave en ambas situaciones era, especialmente, seguir los ojos del otro para trazar conexiones por las cosas que observa y las expresiones faciales que estas le provocan). Posteriormente, ya analizando el caso en Los crímenes… Dupin dirá:

Vidocq [1775-1857, fundador de la policía nacional francesa, detective privado y propulsor de métodos científicos para el trabajo policíaco y detectivesco], por ejemplo, era hábil en sus conjeturas, y desde luego un hombre perseverante. Pero, al carecer de un pensamiento adiestrado, erraba continuamente por la misma intensidad de sus investigaciones. Empañaba su visión al mantener el objeto demasiado próximo. Podía ver, quizás, uno o dos puntos con insólita claridad, pero al hacerlo así, necesariamente perdía la visión del asunto como un todo. Y es que existe algo que podemos llamar exceso de profundidad. La verdad no está siempre en un pozo. De hecho creo que el conocimiento más importante es invariablemente superficial. La profundidad yace en los valles donde lo buscamos, y no en las cumbres de las montañas donde se encuentra. Las formas y las fuentes de este tipo de error están bien tipificadas en la contemplación de los cuerpos celestes. Al mirar una estrella de reojo, al observarla con una mirada de soslayo, girando hacia ella las zonas exteriores de la retina (más sensibles que la interior a las impresiones de luz más débiles), se la capta con mayor nitidez, se tiene la mejor perspectiva de su brillo, un brillo que se empaña a medida que centramos nuestra visión totalmente sobre ella. En este último caso, caen realmente sobe el ojo un gran número de rayos, pero en el primero hay una capacidad de captación más refinada. Por una profundidad indebida perturbamos y debilitamos el pensamiento; y es posible hasta borrar al propio Venus del firmamento si lo miramos de modo demasiado sostenido, demasiado concentrado, o demasiado directo.

Calcular no significa por sí mismo analizar; no se debe tomar por necesariamente profundo lo que es complejo; y no se debe caer en un exceso de profundidad, para no empañar el pensamiento. Esta síntesis de los conceptos vistos conforma principios para crear la actitud mental de un investigador, pero digo investigador en un sentido muy amplio, pues todos nos enfrentamos a problemas o enigmas de diversa índole regularmente. Es lógico que no cada minuto de cada día lo pasa uno investigando, aunque el cerebro incluso pasivamente recaba información que puede llegar a ser investigativamente útil; pero me refiero a que hay momentos en que las acciones decididas se desprenden casi por completo de la actitud investigativa, dado que tal desprendimiento es necesario para enfocarse en el aquí y ahora de una acción específica y ejecutarla correctamente (e.g.: un cirujano que está operando no tiene que tener una actitud investigadora, sino ejecutiva; sólo si ocurriera un imprevisto –uno absoluto, del tipo que ni siquiera estaba contemplado como riesgo posible– sería necesario cambiar brevemente de actitud para hacer una rápida investigación, puramente mental y aún con el escalpelo en la mano, sobre qué puede estar ocurriendo y cómo resolverlo, recurriendo a los conocimientos que de su estudio y experiencia tiene a su alcance en ese momento determinado).

Ahora bien, no debe confundirse el evitar caer en el exceso de profundidad con no seguir una línea hasta las últimas consecuencias:

Ahora, habiendo llegado a esta conclusión de forma tan inequívoca como lo hemos hecho, no podemos, como razonadores, rechazarla basándonos en imposibilidades aparentes. Sólo nos queda probar que estas aparentes "imposibilidades" no lo son en realidad.

Fue por esto por lo que Dupin continuó investigando una zona específica del lugar de los asesinatos (un clavo de una ventana), cosa que la policía no había hecho porque esta sí cayó en la imposibilidad aparente debido a la falta de un razonamiento que sostuviera su búsqueda, pues sólo habían buscado por buscar qué podían encontrar:

Había rastreado el secreto hasta sus últimas consecuencias, y estas estaban centradas en el clavo. Tenía, como dije, en todos los aspectos, la misma apariencia que su gemelo de la otra ventana; pero este hecho era totalmente nulo (por muy concluyente que pudiera parecer) frente a la consideración de que aquí, en este punto, terminaba la pista. "Algo debe estar mal en este clavo", me dije.

Efectivamente, algo estaba mal con el clavo, pero fue el método de Dupin el que le permitió que ni siquiera se frustrara un momento cuando se topó con la posteriormente demostrada aparente imposibilidad. Empero, este control emocional, aunque beneficioso, es en realidad secundario, porque sería posible que ante la imposibilidad aparente a uno le nacieran espontáneamente las dudas sobre si habría o no cometido un error en su razonamiento o en si habría alguna premisa que no hubiera tenido en cuenta; lo importante es no dejar que esas dudas pasen de hacer que uno revise su razonamiento, y que no le impida seguirlo hasta sus últimas consecuencias. En este sentido, como dice Sherlock Holmes: ...cuando has eliminado lo imposible, lo que queda, por muy improbable que parezca, tiene que ser la verdad[La Corona de berilos]. Y así vamos al tema de las probabilidades, a lo que Poe dedica unos cuantos párrafos.

Las probabilidades tienen una gran importancia en los cuentos de Poe de El Misterio de Marie Roget, en Escarabajo de oro y en El gato negro. En el último, el narrador protagonista está en la duda de si lo que le ha ocurrido se debe a una serie de coincidencias extraordinarias o a algo sobrenatural (y su sentido de culpa por sus acciones lo inclinan a pensar que lo ocurrido es un castigo sobrenatural); en el Escarabajo de oro, William Legrand, amigo del narrador y quien tiene la iniciativa en la historia, reconoce que la búsqueda del tesoro sólo fue posible debido a una serie de coincidencias que lo hicieron descubrir la pista primaria por accidente; y en Marie Roget, navegar en el mar de las probabilidades es en lo que consiste el largo discurrir de Dupin, navegación que hace a partir de toda la información que suministran los periódicos para resolver un caso cuya dificultad estriba en que es uno mucho más común que el la calle Morgue. Así, en Marie Roget, el narrador anónimo comienza:

Pocos habrá, aún entre los pensadores más serenos, que no se hayan visto en ocasiones sorprendidos al ver que, de modo vago pero inquietante, creían a medias en lo sobrenatural, a causa de coincidencias de un carácter tan aparentemente maravilloso que el intelecto era incapaz de aceptarlas como meras coincidencias. Tales sentimientos, pues las semicreencias de que hablo jamás tienen la fuerza total del pensamiento, tales sentimientos difícilmente se logran sofocar por completo, a menos que se acuda a la doctrina del azar, o como técnicamente se la denomina, al cálculo de probabilidades. Más tal cálculo es, en su esencia, puramente matemático, y así nos vemos ante la paradoja de que haya de aplicarse lo más estrictamente exacto de la ciencia a la vaguedad y la espiritualidad de lo más intangible del campo de la especulación

Y Dupin luego dice:

La historia del conocimiento humano ha mostrado de forma tan ininterrumpida que los sucesos colaterales o incidentales o accidentales han producido los descubrimientos más numerosos y notables, que se ha hecho al fin necesario, cuando se intenta tener una visión progresiva, conceder no un crédito grande sino el mayor a las invenciones que surgen de la casualidad y absolutamente fuera del nivel de las previsiones ordinarias. [Piénsese en el descubrimiento "accidental" de la penicilina por Alexander Fleming: el "accidente" que causó que un hongo destruyera las bacterias que estaba estudiando fue posible porque estaba estudiando las bacterias en primer lugar, y que ocurran accidentes es parte de la condición humana porque la concentración y la atención no son constantes, sin mencionar factores azarosos que sean externos a los propios investigadores] No es ya más filosófico basarse en lo que ha sido una visión que en lo que ha de ser. El accidente se admite como una parte de la subestructura. Hacemos la casualidad objeto de cálculo preciso. Sometemos lo imprevisto y lo inimaginado a las fórmulas matemáticas de las escuelas.

Y al finalizar el relato, retoma el narrador anónimo:

Se comprenderá que hablo de coincidencias y de nada más. […] Respecto a la última parte de la suposición [el paralelismo entre el caso de Marie Roget y el de Mary Cecilia Rogers,  caso este último ocurrido en Nueva York y en el que se basó Poe para escribir su cuento] ha de tenerse en cuenta que la más ligera variación de los hechos de los dos casos podría llevar a los más graves errores, al separar totalmente las dos series de acontecimientos; igual que en aritmética un error que, por sí mismo, podría considerarse despreciable, produce al final, a fuerza de multiplicarse en todos los puntos del proceso, un resultado muy distinto del verdadero. Y en cuanto a la primera cuestión, hemos de tener en cuenta que el mismo cálculo de probabilidades al que me he referido, impide toda idea de extensión del paralelismo, la impide vigorosa y decididamente justo en proporción a la extensión y exactitud de dicho paralelismo. Es ésta una de esas proposiciones anómalas que, dirigiéndose en apariencia a un pensamiento por completo al margen de las matemáticas, sólo un matemático puede resolver cumplidamente. Por ejemplo, nada es más difícil que convencer al mero lector de que el hecho de que hayan salido dos veces sucesivas seises en el juego de los dados, es causa suficiente para apostar a que será muy improbable que salgan en una nueva jugada. Una sugerencia de este género es usualmente rechazada de plano por el intelecto. No se ve razón alguna por la que dos jugadas terminadas, y que yacen por completo en el pasado, puedan ejercer influencia sobre una jugada que sólo existe en el futuro. La posibilidad de sacar seises parece exactamente la misma que existía antes, es decir, sólo estará sujeta a la influencia de las otras muchas jugadas que pueden salir. Y esta es una reflexión que parece tan obvia que las tentativas de discutirla son casi siempre recibidas a una atención respetuosa. No puedo pretender aquí, dados los límites que tengo asignados, exponer la naturaleza de este error, un error grosero que produce graves daños; para los que entienden de filosofía no necesita explicación. Ha de ser suficiente el que diga que forma una de las series infinitas de errores que surgen en el camino de la razón debido a la tendencia de ésta a buscar la verdad en el detalle.


Mis reseñas de las historias de Poe mencionadas, que tienen las fichas de los libros:

RESEÑA DE LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE 

RESEÑA DE EL MISTERIO DE MARIE ROGET

RESEÑA DE LA CARTA ROBADA

RESEÑA DE EL ESCARABAJO DE ORO

RESEÑA DE EL GATO NEGRO

lunes, 11 de enero de 2021

RESEÑA DE RELATOS DE LOVECRAFT (2)

La sombra sobre Innsmouth y otros cuentos de terror

Portada de La sombra sobre Innsmouth y otros cuentos de terror

Ficha
Autor: Howard P. Lovecraft
Editorial Andrómeda, primera edición en La sombra sobre Innsmouth y otros cuentos de terror, 2008, Buenos Aires
Traducción: John Wakeman
ISBN: 978-950-722-329-7

DAGÓN

(DAGON; 1919)

Narrado en primera persona, el narrador anónimo dice que va a suicidarse en cuestión de momentos porque ya no tiene dinero para comprar morfina, que es lo único que le permite tolerar la existencia después de un suceso que vivió navegando por el océano Pacífico en donde una nueva tierra emergió.
   Es un cuento muy corto con lo típico de Lovecraft: monstruos inenarrables de las profundidades, seres antiquísimos y la poca resistencia de la mente humana ante tales y otras grandes revelaciones. Puede ser una buena introducción a las obras de este autor (como fue en mi caso) pero no me parece que sea de los mejores para leer si ya se ha leído más de él. La estructura de este cuento es muy similar al de La llamada de Cthulhu

LA MALDICIÓN QUE CAYÓ SOBRE SARNATH

(THE DOOM THAT CAME TO SARNATH; 1920)

Un narrador omnisciente cuenta como los habitantes de Sarnath, cuando era una ciudad nueva, exterminaron a los habitantes humanoides de la ciudad de Ib, que adoraban a un Dios lagarto, Bokrug; cuenta cómo la noche siguiente el sumo sacerdote de Sarnath fue hallado muerto junto a una inscripción suya que decía “maldición” (doom); cuanta cómo Sarnath se convirtió en una enorme y lujosa ciudad; y cómo, en las celebraciones de los mil años desde la destrucción de Ib, la maldición cayó sobre Sarnath.

Esta es un cuento corto donde la protagonista es la atmósfera, bien lograda como relato de leyenda o místico. No es entretenido para relecturas, pero para la primera lectura, que lleva una media hora, tiene un buen suspenso lovecraftiano.

DEL MÁS ALLÁ

(FROM BEYOND; 1934)

Este buen cuento corto de ciencia ficción de terror sólo tiene a dos personajes: el narrador anónimo de primera persona y su amigo Crawford Tillinghast. El elemento de ciencia ficción es un aparato construido por Tillinghast que estimula la glándula pineal de los humanos (René Descartes había propuesto que lo material de los humanos, es decir, el cuerpo, estaba en comunicación con lo inmaterial, es decir, el alma, a través de esta glándula), llevando esto la percepción humana más allá de los cinco sentidos, permitiendo ver lo que existe más allá de nuestra percepción normal… Un más allá de cosas inertes y de cosas vivas que entonces también pueden interactuar con humanos…

EN LA CRIPTA

(IN THE VAULT; 1925)

Este cuento corto está protagonizado por George Birch, dueño de una funeraria –ya muerto para cuando se hace el relato–, su médico, y el narrador, que fue su siguiente médico luego de que el primero muriera. El narrador cuenta qué ocurrió cuando Birch quedó encerrado accidentalmente por varias horas dentro de una cripta…

Este no es un cuento de horror cósmico, sino de terror terrenal, contado con el mismo estilo que los de la primera clase.

LA SOMBRA SOBRE INNSMOUTH

(THE SHADOW OVER INNSMOUTH; 1936)
Un joven, narrador en primera persona de esta novela corta, viajando por turismo por Nueva Inglaterra en festejo por su mayoría de edad, va en 1927 al pueblo costero de Innsmouth. Allí verá la apariencia particular, y que le desagrada mucho, de los habitantes, que parecen afectados por alguna patología crónica y evolutiva, descubrirá la existencia de una Orden Esotérica de Dagón y el misterio que envuelve al Arrecife del Diablo, desatando una huida desesperada por su vida. Pero no hay huida posible para él que sea permanente…
Compuesta de cinco capítulos, esta novela comienza narrando las pesquisas y redadas que realizó el gobierno estadounidense en Innsmouth tras las denuncias del narrador luego de que este huyera de esa ciudad, relatando los crípticos resultados que llegaron a ser de dominio público. Sin embargo, el narrador deja en claro, antes de comenzar a narrar los hechos que no llegaron a ser del dominio público, que para él todavía no es el fin de la historia. Así, queda establecido el suspenso de qué le ocurrió en Innsmouth y qué queda aún por ocurrirle.
Los dos primeros capítulos son bastante lentos pues va presentando de a poco información relativa a la ciudad y sus habitantes, y es en el tercer capítulo que los datos sueltos son mostrados en toda su importancia con el relato que uno de los habitantes de Innsmouth, en un estado de ebriedad, le hace al narrador, algo que no debió haber hecho de acuerdo a las normas internas de la ciudad. En el cuarto capítulo, entonces, se cuenta la pesadillesca huida del narrador; y en el quinto, en el que transcurren un par de años, unas investigaciones que realiza lo llevan a la desesperación y desembocan en un final excelentemente logrado.

viernes, 1 de enero de 2021

RESEÑA DE EL HOBBIT

El hobbit

Portada de El hobbit

Ficha

Título original: The Hobbit
Autor: J. R. R. Tolkien
Año de publicación original: 1937 (Primera edición); 1951; 1966
Minotauro, 1º edición, 1991; Cuarta edición argentina de bolsillo: abril de 2002; C. de Buenos Aires
Traducción: Manuel Figueroa
ISBN: 950-547-063-0
Ilustración de cubierta: John Howe


En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.

El señor Bilbo Bolsón, respetable hobbit, es visitado por el mago Gandalf, quien lo ha seleccionado para ser el catorceavo miembro de la compañía de Thorin escudo de roble en la aventura para matar un dragón que conquistó el antiguo hogar de los enanos, la Montaña Solitaria, y liberar tanto dicho hogar como las grandes riquezas que guarda. Gandalf lo empuja un poco a la aventura (pues Bilbo no siente grandes ánimos aventureros) invitando a los enanos a su casa sin su consentimiento, pero, en cualquier caso, Bilbo termina partiendo con ellos en el largo viaje donde enfrentarán muchos tipos de peligros, incluyendo al dragón y la Batalla de los Cinco Ejércitos. Pero, temprano en sus aventuras, Bilbo encontrará un anillo mágico que convierte a quien se lo pone en invisible.

Esta es una historia de desarrollo personal, el de Bilbo, quien tiene en su interior, de quien el narrador omnisciente que dice comentarios como si fuera un narrador oral dice metafóricamente, una rama Tuk (la rama aventurera y osada) y la rama Bolsón (la rama tranquila y hogareña). En este viaje, la rama Tuk lo lleva a desarrollar las cualidades necesarias para sobrevivir y ser un miembro valioso para la compañía de Thorin, siendo de notar que Bilbo no tiene las características del tipo de héroe guerrero, ni un gran talento oculto para eso que se desarrolle gracias a la aventura, sino que es una persona muy corriente que se automejora en su ingenio y valentía, y sin perder la prudencia.

Este desarrollo de Bilbo y el personaje de Gandalf son lo mejor del libro, que globalmente no me ha gustado mucho: en especial, me ha gustado principalmente el primer tercio, el segundo me costó mucho de seguir por falta de interés (más o menos desde que las águilas los rescatan hasta que Bilbo empieza a hablar con el dragón) y el último tercio lo tengo en un lugar intermedio entre ambos. Las razones principales son que es en el primer tercio donde Gandalf aparece en alta cantidad y que con su partida se nota más la falta de caracterización personal de los trece enanos, sacando, prácticamente, sólo a Thorin. Es decir, casi todos los enanos parecen idénticos en personalidad (dar gran distinción personal a cada enano es una de las cosas que las películas de El hobbit hicieron bien). Además, tampoco entre los elfos hay mucha distinción individual, y entre los hombres sólo en Bardo. No obstante, me parece un buen libro para que los padres lean con sus hijos pequeños, pues la narración está hecha como si Tolkien le estuviera narrando a sus hijos o nietos.